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¿Qué es el Alzheimer?

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El Alzheimer, cuyo día mundial se celebra cada 21 de septiembre, es un tipo de demencia, una enfermedad neurodegenerativa que conlleva deterioro cognitivo y trastornos conductuales por la pérdida progresiva de neuronas. Esto conlleva que el sistema nervioso no pueda realizar sus funciones con normalidad. El Alzheimer es la forma más común de demencia, afecta a siete de cada diez casos de demencia, y no tiene cura. Suele comenzar después de los 60 años y afecta más a mujeres. El primer síntoma suele ser la pérdida de memoria y la repetición de preguntas y comentarios de forma constante.

Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), actualmente padecen unas 800.000 personas en España. El Alzheimer es no es solo la principal causa de demencia en todo el mundo, sino también la enfermedad que mayor discapacidad genera en personas mayores en España y, por lo tanto, supone uno de los mayores gastos sociales.

Realmente la causa del Alzheimer se desconoce. Se sabe que, de forma precoz, puede tener su origen en la creación de placas de proteína beta amiloide que se depositan alrededor de las neuronas y proteína y tau hiperfosforilada que crea unos ovillos neurofibrilares dentro de las neuronas. Se cree que estas formaciones interfieren en el funcionamiento de las neuronas impidiendo su comunicación.

Como causa genética parece que puede ocurrir por la alteración en el gen PSEN1, presenilina 1; PSEN2, presenilina 2.

Los principales factores de riesgo frente a la aparición del Alzheimer son:

– La edad. La mayoría de casos aparecen después de los 65 años.
– Ser mujer.
– Tener antecedentes familiares.
– Traumatismo craneal.
– Tabaquismo.
– Síndrome de Down.
– Diabetes.
– Hipertensión arterial.
– Depresión.

Síntomas

El primer síntoma que puede hacer sospechar de la presencia del Alzheimer es la pérdida de la memoria inmediata. Otros signos pueden ser:

– Repetir constantemente las mismas preguntas o las mismas cosas.
– Olvidarse de conversaciones, acontecimientos… e insistir en que no han tenido lugar.
– Perderse en lugares conocidos.
– Olvidar nombres de la familia y acciones y cosas cotidianas.
– Dificultad para recordar las palabras adecuadas.
– Falta de concentración y pensamiento en abstracto y también en el aspecto numérico.
– Dificultad para realizar tareas (control de finanzas, pagos…).
– Disminución de la capacidad de toma de decisiones.
– Actitudes impropias en situaciones sociales.
– Usar ropa inadecuada para la estación.
– Depresión.
– Apatía.
– Cambios de humor.
– Desconfianza.
– Irritabilidad y agresividad.
– Cambios en los patrones de sueño.
– Pérdida de la inhibición.
– Delirios.

Diagnóstico

El neurólogo realizará pruebas físicas para evaluar reflejos, tono y fuerza muscular, capacidad para levantarse y caminar por la habitación; sentido de la vista y el oído; coordinación y equilibrio.

Aparte, realizará unas pruebas cognitivas, unos test que pueden ser cortos como el ‘Minimental State Examination’ (MMSE) o completos. El resultado se compara con los de la población general de la misma edad y del mismo nivel académico.

Se realizarán análisis de sangre, análisis del líquido cefalorraquídeo obtenido mediante punción lumbar, pruebas genéticas y pruebas de neuroimagen cerebral como la tomografía computerizada, la resonancia magnética o la tomografía por emisiones de positrones (PET).

Hoy el Alzheimer es una enfermedad que no tiene cura. Existen fármacos que actúan sobre los problemas derivados del proceso degenerativo, pero no sobre sus causas. Básicamente, se utilizan dos tipos de fármacos:

Inhibidores de la colinesterasa. Actúan sobre algunos síntomas como la agitación o la depresión. Su función es aumentar la presencia de acetilcolina en el cerebro. Esta sustancia neurotransmisora se ve reducida a consecuencia de la enfermedad de Alzheimer. Los fármacos más habituales de este grupo son donepezil, galantamina y rivastigmina. Los principales problemas secundarios son digestivos y también se han descrito trastornos del sueño.

Memantina. Este fármaco consigue retrasar el avance de los síntomas de la enfermedad en los estadios moderado y grave. Puede causar mareos y confusión, pero este tipo de efectos secundarios son poco frecuentes.

Otro tipo de tratamientos farmacológicos pretenden controlar síntomas como la irritabilidad o problemas de sueño que se presentan en algunos pacientes.

Por lo que respecta al tratamiento no farmacológico, diversos estudios ponen de manifiesto el efecto positivo que tienen programas de intervención cognitiva y actividad física. Dependiendo de la fase en la que se encuentre la enfermedad, el médico determinará que programa resulta más adecuado y la frecuencia con la que debe llevarse a cabo.

Hábitos

Por otra parte, hay una serie de hábitos cotidianos que pueden ayudar a los pacientes de Alzheimer a mejorar su bienestar. Es importante establecer una serie de rutinas que facilitarán el día a día y mejorarán su autonomía. Por ejemplo, dejar las llaves, la cartera el teléfono siempre en el mismo lugar; programar los teléfonos de contacto más habituales; hacer listas de tareas y también para a medicación, son algunas de las acciones que serán de utilidad para las personas con Alzehimer.

El Alzheimer no cuenta con medidas de prevención pero sí se indica que quizás se pueda reducir el riesgo de la aparición de la enfermedad si se realiza actividad física diariamente y si se sigue una dieta saludable y equilibrada baja en grasas saturadas. Si se padecen enfermedades como la diabetes o la hipertensión arterial se debe seguir un buen cumplimiento terapéutico. Y si se fuma, dejar de hacerlo.

También es importante participar en eventos sociales, leer, bailar, jugar a juegos de mesa, tocar algún instrumento… cualquier actividad que implique un compromiso mental y social para preservar las habilidades de pensamiento.

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